La palabra Ayacucho, desde hace una década es sinónimo, entre los peruanos, de violencia y de terror. Olvidamos a menudo que la expresión con que ella se manifiesta hoy, ha sido incubada centurias atrás. Lo que ha cambiado, al igual que la pobreza nacional, es la magnitud las dimensiones, de los hechos que dicho sea de paso no son privativos de esta región. Es todo el país que se haya en cuestión es consenso el afirmar que la violencia combatida por la violencia solo profundiza el malestar y alarga los tiempos de temor, 10 años de experiencia así lo parecen confirmar. Ayacucho es un departamento teñido por lo rural y de clara connotación étnica andina, el paisaje es andino y la vida está marcada por los ciclos agrarios; el tiempo se haya todavía en las dimensiones de lo cuantificable y de los designios climáticos. El ritmo de la vida toda depende de lo que suceda o no suceda en el campo. De lo que hagan o no los campesinos que constituyen su población mayoritaria. (Extracto introducción).