Desde diciembre de 1996 al mes de abril del año siguiente, la residencia del embajador del Japón en Lima se convirtió en el teatro privado de todas las pasiones de la que es capaz el ser humano: la dignidad, el coraje, la alevosía, la crueldad, la terquedad, la solidaridad, la torpeza, la astucia. Esta es la historia de esas pasiones contada por uno de sus protagonistas principales: el anfitrión de la fiesta que paso a ser convertido en uno de los principales prisioneros en su casa. La historia que cuenta el embajador Morihisa Aoki fue inicialmente publicada en Japón el año pasado como una respuesta a opiniones de un sector de la prensa en su país. En su testimonio de primera mano, con información sobre la estructura de seguridad de la casa, las previsiones tomadas para la fiesta, la rutina de los días en prisión y los tensos minutos finales, el embajador Aoki, en conversación con el embajador Hisahiko Okazaki, se convierte en un cronista de sus propias certezas y esperanzas, estimuladas por las enseñanzas de una dinastía familiar de diplomáticos y por su cariño hacia las personas a quienes las circunstancias lo llevaron a conocer en la residencia.