A través de las audiencias públicas por la Comisión de la Verdad en los diferentes lugares del país, hemos podido escuchar los testimonios de las víctimas de la violencia. Cada narración constituye un grito de dolor, de horror, y un clamor de justicia. Al oír a las víctimas es imposible no conmoverse, al mismo tiempo de indignarse, por el nivel de ensañamiento y de crueldad a la que fueron sometidas. Las víctimas fueron hombres y mujeres comunes y corrientes, ancianos y hasta niños; gente humilde de sierra y de la Amazonía en su mayoría. La violencia no hizo otra cosa sino ahondar la situación de discriminación y de injusticia en la que se encontraban desde antes. La muerte y el sufrimiento de esos peruanos piden justicia. En muchos casos los familiares de las victimas saben quiénes son sus victimarios, la pregunta que se hacen es: ¿Por qué, porque yo, que he hecho, que hizo mi hijo, mi esposo o mi madre para que le hicieran eso, donde esta? Desde aquel día imborrable, en que la violencia tocó en la noche su puerta, esas preguntas no les dejan vivir tranquilos. (Extracto presentación).