Ayacucho libra, en estos momentos varias batallas decisivas, definitorias, finales. La batalla contra la violencia despiadada y cruenta desatada por quienes quieren terminar con el Estado y el actual orden social y la violencia que pretende poner punto final a la osadía senderista que las fuerzas policiales no pudieron doblegar. La batalla contra los que por las buenas y las malas, intentan conquistar a una población ganada por el desconcierto, el pánico y el terror y que saben que deben, tienen, que optar por los unos y por los otros. La batalla contra la miseria cada vez más espantosa, y contra quienes quieren desvencijar todas las comunidades indígenas. Mil batallas vive una población que es el escenario de aplicación de distintas estrategias militares, policiales y senderistas que se miden, se cotejan y se enfrentan. ¿Con que resultado? Con decenas de muertos diarios, con decenas de vidas que se pierden de gente inocente o culpable: veinte en Huanta, treinta en Sacsamarca, diez en Huaychau y el número aumenta día a día. No solo eso. Diariamente los diarios informan que comunidades enteras “salen en busca de senderistas”, y que los enfrentamientos entre estos dejan numerosas bajas. (Introducción artículo).